miércoles, 27 de julio de 2016

HABLAR EN PÚBLICO

Tras la última entrada publicada, he considerado oportuno comenzar una serie de recomendaciones en lo referente a las exposiciones en público, pero en un plano general, no solo focalizado al ámbito de clase.

Para empezar, es imprescindible tener claro que la experiencia de hablar en público tiene que asentarse en un objetivo inicial: transmitir una información, manifestar alguna opinión o, sencillamente, entretener. Así pues, será esa intención la que utilizaremos para orientar nuestra intervención.

Hay que tener en cuenta que el hecho de hablar delante de otras personas no significa que tengamos que limitarnos a ponernos delante de todo el mundo y, simplemente, “vomitarlo todo”. Evidentemente, tenemos que ganarnos la atención del público; es decir, hay que establecer una verdadera comunicación para que el mensaje se capte y sea efectivo.

Es importante que organicemos bien las ideas que queramos transmitir y que nos aprendamos realmente bien la intervención que queramos realizar. Esta es una tarea que no ha de centrarse exclusivamente en preparar el discurso en sí, puesto que también hay que ensayarlo para ver cuál es la mejor manera de exponerlo.

Como se advertía en anteriores líneas, tenemos que captar la atención del público, haciendo que la gente se interese por el tema desde un primer momento. Por tanto, tendremos en cuenta que está bien conocer la materia que se va a tratar, pero lo realmente importante es saber cómo hablar correctamente de la misma. La exposición ha de ser lo suficientemente atractiva para no aburrir al público. Así pues, hay que ser sugerentes y convincentes.

Cierto es que lo primero que hay que tener presente a la hora de exponer un determinado tema es que tenemos que manejarlo de tal manera que se vea que lo dominamos. Se supone que el público que nos escuchará no será demasiado experto y, precisamente por eso, pretenderá adentrarse más en la materia. De ahí la importancia del dominio del tema, por un lado.

A la hora de ponernos a escribir el discurso, notaremos que no es la parte más fácil del proceso, precisamente. Así como tampoco es una de los momentos determinantes. Eso sí, la manera de exponer las ideas es lo verdaderamente fundamental. Y es que, un mismo discurso puede tener acogidas muy diferentes según las habilidades que demostremos.

Es evidente que los posibles nervios son algo más que naturales. No obstante, tenemos que pensar en todo momento que no nos estamos plantando delante de nuestros enemigos (el público), ya que si asisten al acto es porque el tema les interesa de antemano. Así como también esperan del orador que sea una persona versada sobre la materia en cuestión.

Tendremos especial cuidado en cómo exponemos las ideas oralmente, empleando un vocabulario correcto y adecuado, mostrando cuidado con los gestos y movimientos (que sean naturales y no demasiado forzados), etc. También es muy importante la vestimenta, intentando que esta sea lo más formal posible, sin que tampoco resulte demasiado sobrio. Algo intermedio estaría bien. Y es que todos estos detalles van a ser tenidos muy en cuenta por la gente que se siente a escucharnos.


Poco a poco, iremos adentrando más aún nuestros pasos en el mundo de las exposiciones orales.

sábado, 16 de julio de 2016

¿Cómo afrontar una presentación en público?

Habrá ocasiones a lo largo del curso escolar en las que tengamos que enfrentarnos a la, muchas veces temida, exposición oral delante del resto de compañeros. Esto puede causar en algunas personas cierto nerviosismo, pero no debemos olvidar que es también una muy buena oportunidad para ir soltándose en este terreno.

Así pues, y aunque parezca muy obvio, la mejor manera de frenar la ansiedad que nos pueda causar la situación es hacer una buena preparación previa.

Exponer oralmente supone que no tengamos posibilidad de corregir errores sobre la marcha, al contrario del trabajo escrito. Por tanto, no es importante únicamente el contenido, sino que también es importante la exposición.

Mientras que en el trabajo que desarrollemos por escrito podremos ahondar más en los distintos aspectos que desarrollemos para que se vaya entendiendo todo mejor, en la exposición tendremos una única oportunidad de hacernos entender. Evidentemente, este es un punto que nos puede limitar bastante, por lo que tendremos que tratar de explicar todo lo más claro posible. Para ello, recurriremos a oraciones simples y a un vocabulario directo.

Al igual que en el momento de estudio, para hacer una exposición, debemos centrarnos especialmente en las ideas principales, para ser ahí donde hagamos hincapié.

Además, no queremos aburrir a nuestros oyentes, por lo que también hay que intentar que la exposición que hagamos resulte entretenida. Asimismo, el tono empleado es también muy importante en este sentido, por lo que evitaremos expresarnos con un tono monótono.

Algo muy común que mucha gente suele hacer es leer algún texto que se ha preparado previamente. Este es otro factor que no resulta nada ameno. Es cierto que es buena idea, por si nos quedamos en blanco, tener a mano algún esquema que podamos consultar en caso de que fuera estrictamente necesario. No obstante, la mejor opción es intentar aprenderse la parte que nos toque exponer para que todo resulte mucho más fluido en el momento.

Tendremos también muy presente la comunicación no verbal que transmitimos, a veces sin darnos cuenta, mediante nuestro cuerpo. Y es que los gestos, las posturas, los movimientos y las expresiones de nuestro rostro son también importantes a la hora de exponer. Trataremos, por tanto, de mostrarnos seguros frente a lo que estamos explicando. De ahí que sea también primordial una correcta preparación.

A lo largo de la exposición hay dos momentos sumamente importantes: el comienzo y la finalización. Evidentemente, al empezar tenemos que captar la atención de quienes nos van a escuchar, por lo que es muy importante mostrarse comunicativo y ser lo suficientemente claro en lo que se dice. De ese modo, atraeremos a los oyentes, ya que, si lo hacemos bien, causaremos curiosidad en ellos y querrán saber de qué trata el asunto.

Finalizaremos con unas conclusiones que recojan y resuman las ideas que se han expuesto, apoyándonos en diversos argumentos. Y es que esta parte será, seguramente, la que mejor vayan a recordar quienes nos estén escuchando.

Sería muy recomendable apoyar la exposición oral con algún tipo de representación audiovisual. De este modo, puede resultar todo incluso más sencillo y ameno que si nos dedicamos únicamente a hablar de un tema. Eso sí, de nuevo nos encontramos ante una situación en la que no debemos limitarnos, exclusivamente a leer lo que ponga en la presentación. Simplemente será para nosotros un soporte más, pues lo que realmente hay que hacer es desarrollarlo con nuestras palabras.

Antes de exponer, es importante practicar para tener también en cuenta cuánto tiempo puede llevarnos la presentación. Esto es primordial, porque, en la gran mayoría de exposiciones, nos pondrán un tiempo límite. Por ello es recomendable ofrecer sólo las principales ideas. Así, si no hay reloj en el aula o el lugar donde expongamos, podemos recurrir al uso de un reloj que podamos colocar en algún sitio disimulado para ayudarnos a marcar el tiempo.


Cuando finalicemos una exposición, es ideal que instemos a los oyentes a comenzar, si fuera necesario, un turno de preguntas, para resolver posibles dudas que hubieran surgido durante la misma. La respuesta ha de ser concisa y tenemos que evitar dar rodeos. Si no sabemos la respuesta, no tenemos que inventarla, sencillamente indicaremos que nos comprometemos a consultarlo y a especificarlo en otro momento.

domingo, 10 de julio de 2016

¿Cómo afrontar un trabajo grupal?

En el caso de tener que enfrentarnos a un trabajo en grupo, nos expondremos a una dificultad mayor. No porque el tema que haya que tratar sea complejo, sino porque toca ponerse de acuerdo con otras personas para que el trabajo salga adelante. Esto implica que puedan surgir pequeños roces o problemas en el transcurso del mismo.

Si tenemos la opción de formas nosotros mismos los grupos, deberemos tener en cuenta quiénes son aquellas personas que nos pueden facilitar el proceso. Esto no quiere decir que tengamos que elegir a nuestros amigos más cercanos, lo primordial es saber de antemano que haremos grupo con gente trabajadora y cuyo trato sea fácil.

Cuando hayamos conformado el grupo, tocará ponerse de acuerdo para una primera reunión en la que deberemos repartirnos el trabajo. Asimismo, es un buen momento para establecer una serie de medidas y de reglas que todos tendrán que seguir tanto por su propio bien como por el bien del grupo (todos nos jugamos la nota). De este modo, se pueden fijar los días de las posteriores reuniones, por ejemplo, o, incluso, quién puede llevar la tarea de coordinación (siendo esta una de las más importantes, por suponer un control de todos los miembros y del trabajo que vayan desarrollando). Nos aseguraremos de que el reparto de tareas sea equitativo, es mejor que no haya demasiada diferencia para evitar futuros choques.

Otra cosa igual de importante que debería tratarse en esa primera reunión será la planificación del tiempo en función de la fecha de presentación máxima que nos indique el profesor. Será más fácil organizarse si se enumeran las cosas que han de ir haciéndose por orden, estableciendo la duración que tiene que tener cada proceso. Un ejemplo sería el siguiente:
Semana 1: tarea de documentación; es decir, se buscará la información necesaria.
Semanas 2: desarrollo de las partes que cada uno tenga asignada.
Semana 3: reunión para analizar cada una de las partes y decidir entre todos si debería cambiarse algo o si se está de acuerdo con el resultado.
Semana 4: el coordinador reunirá las partes y las organizará según el orden que se haya decidido en un principio. Se lo pasará al resto de compañeros, siendo el documento todavía un borrador.
Semana 5: reunión para aportar posibles correcciones del borrador.
Semana 6: entrega.

Esto es sólo un ejemplo. Evidentemente, si se dispone de más o menos tiempo, el reparto deberá ajustarse.

Es importante que las reuniones o charlas que se puedan tener durante el desarrollo del trabajo sirvan para verificar que absolutamente todos los miembros del grupo están cumpliendo con lo que les haya tocado. Así, nos aseguraremos de que podremos cumplir con los plazos establecidos. Nada de esperar hasta el último momento. Es por esto que resulta muy importante que todos los miembros sean personas trabajadoras y que sepan implicarse.

Si surgen problemas con la actitud de algún miembro del grupo, lo recomendable es que todos hablen con él e intenten hacerle saber que ha de esforzarse y cumplir, ya que no se está jugando únicamente su nota. En caso de que el aviso no dé resultado, será recomendable hablar con el profesor y/o decidir si puede ser mejor prescindir de ese miembro y que esa parte se vuelva a repartir entre todos.

Así, es importante tener en cuenta que todos los miembros han de colaborar de igual manera y que tienen que mostrarse respetuosos con respecto a sus compañeros. Eso sí, nadie es perfecto y todos podemos cometer errores, por lo que la tolerancia frente a los fallos hay que tenerla igual de presente.

martes, 5 de julio de 2016

Hacer un trabajo

A la hora de tener que presentar un trabajo para alguna asignatura en la que se nos pida, lo primero que hay que decidir, evidentemente, es el tema. En ocasiones, es el propio profesor el que indica de qué ha de tratar, pero otras veces son los alumnos los que tienen que pensar acerca de lo que quieren presentar.
Lo mejor para no meternos en una trampa, es pensar en un tema que no abarque demasiados aspectos. Seguramente nos veremos obligados a generalizar bastante y a pasar por encima de algunos temas sin poder entrar en profundidad en ellos. Sin embargo, tampoco es buena idea que el trabajo se centre en un aspecto que sea demasiado breve y que no nos permita desarrollarlo medianamente en condiciones porque nos va a cortar encontrar información al respecto.
Tratemos de posicionarnos en un tema que esté a medio camino para poder encontrar con anterioridad al desarrollo la información que consideremos que nos va a ser necesaria. Así, una vez que tengamos el material, sabiendo previamente la extensión mínima y/o máxima que se nos permite, podremos organizarla para saber qué orden queremos darle.
Según la materia y el nivel en el que nos encontremos, nos veremos obligados a consultar más o menos bibliografía. Pero en cualquier caso, no olvidemos la poderosa herramienta que es también internet. Eso sí, en ese sentido tendremos que ir con cuidado y fijarnos bien en que la información sea correcta. Para los trabajos universitarios, también sería buena idea la consulta de libros y revistas especializadas o, incluso, trabajos de investigación que hayan podido presentar otras personas anteriormente.
Contando ya con el material, pasaremos, como se decía anteriormente, a organizarlo. De este modo, tendremos primero la estructura con los apartados en el orden que vayamos a presentarlos. Lo ideal sería comenzar con una introducción y una explicación de la metodología, pasando después de lo más general a lo más concreto.
Todo trabajo ha de comenzarse con un índice, lógicamente, ya que esta será la mejor manera de saber en qué páginas podemos encontrar qué información. De igual manera, ha de terminarse con un apartado de conclusiones donde echaremos la vista atrás al desarrollo. Destacaremos las ideas principales que hemos abordado, tratando de que estén bien elaboradas.
A la hora de redactar, es importante (sobre todo en trabajos universitarios) que expresemos las ideas y los conceptos con nuestras propias palabras y que nos apoyemos en diversas citas entrecomilladas de la bibliografía. 
Una buena idea es redactar el trabajo sin empezar a revisarlo cada dos por tres antes de haberlo terminado. Ya tendremos tiempo de hacer esto cuando lo tengamos finalizado, ya que de lo contrario vamos a ir mucho más lentos. Es mejor esperar para pulirlo y, si hiciera falta, mejorarlo.
En algunas situaciones, puede ser muy recomendable incluir algún tipo de anexo al final del trabajo con información que no hayamos podido utilizar o en la que no hayamos podido profundizar debido a su extensión. Otra idea es simplificar esta misma información en las típicas notas a pie de página.
Lo último que tendremos que incluir en el trabajo es una lista con la bibliografía empleada, que será presentada empezando con los nombres de los autores alfabéticamente.

Por último, pero no por ello menos importante (de hecho es algo imprescindible), hemos de tener en cuenta al ortografía y la manera de expresarnos. También es importante, si escribimos a ordenador, tener en cuenta la tipografía de la fuente, el tamaño, la separación entre líneas, etc.

jueves, 30 de junio de 2016

¿Qué pasa si tenemos que hacer un examen oral?

Como creo que todos sabemos, un examen de carácter oral suele resultar algo más complicado que un examen escrito, ya que en el segundo caso tendremos más tiempo de reflexión y podremos organizarnos mucho mejor las respuestas. De ese modo, se puede empezar por las preguntas que mejor se lleven, algo que, probablemente, no podamos hacer en el caso de un examen oral.

En el caso del examen oral, nos enfrentamos una mayor presión debido a la falta de tiempo para poder pensar bien cómo abordar la respuesta. Además, hay que sumar que la presencia propia del profesor ante nosotros esperando expectante la respuesta… impone bastante más, lo cual es un factor que podrá favorecer la aparición de nervios con más facilidad.

No obstante, a pesar de todo esto, un examen oral puede llegar a tener sus ventajas, ya que nos dará la oportunidad de poder “lucirnos” delante del profesor si de verdad lo llevamos correctamente preparado.

Tengamos en cuenta que, al contrario de lo que ocurre con un examen escrito, podremos profundizar mucho más en la respuesta, por aquello de que hablar es más rápido que escribir. Así, podremos realizar comparaciones más extensas, detallar más los aspectos del tema, etc.

Lo que tenemos que intentar hacer antes de enfrentarnos a una situación de examen oral será pensar que solo es una manera distinta de examinarse. De ese modo, nos obligamos a prepararlo todo lo bien que se pueda, que, al fin y al cabo, será lo que tendremos que hacer si no queremos que los nervios nos jueguen una mala pasado (que puede pasar igualmente), pero la clave estará en saber llevar la narración lo mejor posible. Así, aunque podamos dudar, el profesor sabrá ver también que sabemos cómo conducir los datos.

Esto también nos ayuda a mejorar la rapidez mental, pues tenemos que tratar de ir desenvolviéndonos sin que se noten demasiado los momentos de posible vacilación.


De hecho, algo que suele suceder en este tipo de exámenes es que se trata más de una interacción con el profesor. Es casi una especie de diálogo donde, si se tiene suerte, el profesor también hará un papel fundamental en la guía y, si estamos atentos, podremos obtener ciertas pistas para desarrollar la materia, haciéndolo siempre con nuestras propias palabras.

domingo, 26 de junio de 2016

El olvido: nuestro gran enemigo frente al examen

Es importante tener presente que siempre estamos expuestos a que nos falle la memoria en un momento dado. Puede pasar que nos toque enfrentarnos a ese momento en que la mente se nos queda totalmente en blanco y no logramos recordar todo lo que llevamos estudiado. No hay que preocuparse, no somos perfectos y es algo totalmente humano. No obstante, en ocasiones esto se debe a una mala preparación. 
Si nos planificamos bien el estudio, lo estructuramos adecuadamente y optamos por un método eficaz, puede resultarnos más fácil acudir a los datos que tenemos que ir recordando según vamos escribiendo en el examen. 
Por lo general, podemos confirmar que pueden influir diferentes factores en el olvido de la materia o de cierta parte de la información. Puede ocurrir si empezamos a estudiar con bastante antelación sin repasar lo ya estudiado de manera adecuada. Tampoco ayuda estudiar de manera mecánica, siendo este un hábito que debería corregirse, pues podemos creer que manejamos bien todos los datos y lo más probable es que no sea así. Hay que consolidar bien la información. 
Otro de los motivos por los que podemos encontrarnos en una situación de olvido es haber estudiado a prisa y corriendo la noche anterior. Es imprescindible descansar bien para asimilar mejor la materia, además de que eso ayuda a despejar la mente de cara al examen. 
En resumen, si queremos evitar en medida de lo posible que nos falle la memoria (aunque nadie está exento), tenemos que intentar repasar debidamente los datos de manera diaria para procurar una buena asimilación de los mismos.  Con repetirlos de memoria no es suficiente, hay que ENTENDER. De ese modo, aunque nos olvidemos de algo concreto, podemos realizar una reflexión igual de válida tratando de explicarlo de manera diferente, pero recogiendo lo esencial. 

Recordad que otro buen truco para no caer en la trampa del olvido es preparar cosas que nos den pistas para recordar la información. Así podremos, como se decía anteriormente, ir avanzando en el desarrollo de lo que se nos pregunte, aunque no nos acordemos de las palabras exactas.

lunes, 20 de junio de 2016

Posibles usos de la memoria en el estudio

Según cómo decidamos organizar nuestro estudio, podemos optar por dos opciones, según preferencias o según cómo notemos o consideremos que mejor nos va a cundir. Por un lado, podemos centrarnos en un estudio concentrado y, por otro, en un estudio fraccionado. 
En el primer caso, el estudio del tema en cuestión (o incluso asignatura) se va a concentrar en unos pocos días, por lo que tendremos que dedicar más horas al día (lo cual es ideal, si contamos con tiempo libre) hasta que consideremos que ya tenemos todo dominado. 
En el segundo caso, el estudio se realiza de manera más fraccionada, poco a poco, pero sin abandonar cierta frecuencia. Es decir, cada día ha de encontrar un momento idóneo para el estudio y estudiar durante un rato el tema que corresponda. 
Siendo realistas, el primer método puede llegar a resultar demasiado pesado, por lo que es mucho más recomendable ir estudiando poco a poco, pero sin dejar que nos pille el toro. Puede resultar muchísimo más provechoso, pues nos facilita la asimilación de la información que vamos leyendo, los conceptos, etc., y esto se va manteniendo de manera más sencilla en la memoria a largo plazo. 
También podemos organizar nuestro estudio en función de la división que presente una asignatura. En este sentido, hay que tener en cuenta dos posibilidades: hacer una retención y memorización global o ir por partes. 
En el primer caso, la información se tendrá en cuenta en todo su conjunto. Es decir, realizamos una lectura de principio a fin de la lección en cuestión. Tratamos de memorizar y de repetir la lección las veces que sea necesarias.
En el segundo caso, como se señalaba también en uno de los casos anteriores, el tema se dividirá en secciones. Así, realizaremos una primera lectura global, para pasar a estudiar más detenidamente parte por parte, hasta que consideremos que ya tenemos dominada ese tema. Tras esto, trataremos de abordar la lección al completo, para cerciorarnos de que no tenemos lagunas entre los epígrafes. 
Como señalaba al comienzo de esta entrada, la elección de una técnica u otra deberá apoyarse en las preferencias de cada estudiante, puesto que cada uno estará más cómodo realizando una u otra posibilidad. No obstante, suele ser mejor opción el segundo método, aunque no tiene que ser necesariamente así.

miércoles, 15 de junio de 2016

¿Qué debemos saber de la memoria?

Lo primero que debemos tener en cuenta en este terreno es que contamos con dos tipos de memoria. Por un lado, estaría la memoria a corto plazo y, por otro, tenemos la memoria a largo plazo.

-Memoria a corto plazo.
En el momento en el que se nos da una información, vamos a almacenarla en la que sería nuestra memoria a corto plazo. A continuación, si no es relevante para nosotros, será desechada tan de repente como nos ha llegado, al cabo de unos treinta segundos.

¿Qué quiere decir esto? Que la memoria a corto plazo es muy limitada, apenas hay capacidad de retención, ya que la información sólo se mantendría en ella si repetimos mentalmente lo que se nos acaba de contar o lo que acabamos de leer. Por ejemplo, alguien nos facilita una dirección. En ese caso, repetiremos los datos que se nos aportan hasta que podamos apuntarlo, en caso de que no contemos previamente con un lugar en el que apuntar de manera automática.

En caso de que la información que se nos acaba de dar pase a ser analizada y comprendida por nosotros, porque nos interesa, puede pasar de la memoria a corto plazo hasta la memoria a largo plazo.

-Memoria a largo plazo. La que nos interesa para el estudio.
Esta memoria, al contrario de lo que ocurría con la memoria a corto plazo, es ilimitada en lo tocante a la duración y a la capacidad. En ese sentido, tenemos que tener presente que la información recibida ha de pasar por tres fases en lo que sería el proceso de memorización. Primero la registramos, después la retenemos y, por último, la recuperamos cuando nos es necesaria.

Si sabemos registrar la información de la mejor manera, menos nos costará posteriormente retenerla y, principalmente, recuperarla. Podremos retener los datos durante un periodo de tiempo mucho más largo.

Evidentemente, tener que manejar y trabajar correctamente la información. Uno tiene que ser responsable y saber lo que está haciendo, por lo que la atención que prestemos tiene que ser la máxima posible. Así pues, trataremos de evitar tener elementos cerca que puedan distraernos en este proceso.

Para registrar la información en nuestra memoria, tenemos que tener en cuenta otros factores, además de la atención. También son importantes la motivación, el pensamiento lógico, la capacidad de análisis, la relajación, etc.

El factor principal, como se advertía, es la atención, ya que nos permite ser selectivos con los estímulos que nos están llegando, quedándonos únicamente con los que nos van a ser provechosos, y ayudándonos a ignorar el resto. De ahí la importancia de estudiar en un lugar lo más tranquilo posible, para facilitar este proceso de atención y concentración. Esto depende, sobre todo, del interés que mostremos, de la motivación que generemos y del control que hagamos sobre nuestras emociones. Y es que siempre puede ocurrir que atravesemos por un bache o suframos una situación difícil, y esto puede influir negativamente.

La atención, aunque parezca raro, puede entrenarse. Es decir, podemos aprender a manejar nuestra atención a nuestro antojo, captando así los datos principales y lo más importante. Sabremos diferencias entre lo que es relevante y lo que no lo es. Por ejemplo, podemos observar una imagen atentamente y, después y sin mirarla, describirla con el máximo detalle posible.

En cuanto a la motivación, es evidente que nos es mucho más sencillo memorizar aquella información que más nos interesa. Es por eso que a la hora de estudiar, tenemos que esforzarnos y tenemos que intentar buscar motivaciones extra para que las asignaturas no nos resulten tan complicadas o se nos hagan cuesta arriba. Hay que buscar siempre un lado positivo, donde sea, pero hay que encontrarlo. Si nos cerramos desde el primer momento en el que tomamos contacto con una asignatura que por lo general no nos atrae, nos será más difícil el aprendizaje.

Siguiendo con los factores a tener en cuenta, es lógico pensar que necesitamos entender la información y comprenderla antes de pasar a memorizarla. Si intentamos memorizar algo que a priori no entendemos, nos dificultará aún más la memorización, ya que podemos confundir datos cuando queramos recuperar la información.

Habrá casos sueltos en los que será inevitable realizar una memorización literal de los datos que debemos manejar posteriormente. Este es el caso de algunas definiciones, fórmulas, leyes, etc.

En lo tocante a la organización, tenemos que ordenar y estructurar adecuadamente los apuntes. De ese modo, será mucho más fácil pasar a la fase de memorización, y es que la información que está organizada de una manera idónea es más fácil de almacenar y de recordar, pues sigue un orden lógico que no dificulta la comprensión.

Asimismo, otra fase para una óptima memorización será la repetición de los datos que estamos estudiando. Este es un esfuerzo casi obligatorio si se quiere recordar mejor la información. Trataremos de repetirlo todo con nuestras propias palabras. Así retendremos mejor las distintas partes de la información, al igual que nos quedaremos más fácilmente con las partes más relevantes. Este ejercicio es bastante provechoso si se evita la repetición mecánica, pues dificulta la posterior recuperación de los datos. Mejor que lo hagamos como si se lo estuviéramos explicando a alguien que no sabe nada acerca del tema que estudiamos.

Esta fase de repetición puede ayudarnos aún más en la retención si refrescamos de manera periódica todo lo que llevamos aprendido hasta el momento. De ese modo, nos aseguraremos de asentar realmente toda la información y no nos confiaremos.


Por último, es importante tener en cuenta que es importante ser capaz de recordar lo que se ha memorizado a la hora de recuperar la información para el examen. Esto, evidentemente, dependerá mucho de la calidad del registro; si la temática se ha estudiado bien y se han seguido todos los pasos recomendados, los datos se recordarán (se recuperarán) más fácilmente. Así pues, es importante que se asimile la información.

viernes, 10 de junio de 2016

Los deberes

Aún a riesgo de sonar repetitivo, dedicaremos un breve espacio a la importancia de la realización diaria de los deberes. Parece algo obvio y evidente, pero no siempre es fácil de cumplir (por pereza, por imposibilidad, etc.). Sin embargo, este simple detalle es algo que nos ayudará a ir entendiendo cada vez más los contenidos en los que vayamos entrando. Además de nos imponemos a nosotros mismos un ritmo continuo para llevar la asignatura al día.

Lo más positivo de esto es el aprovechamiento de la posterior corrección de dichos ejercicios en clase. Quien lleve los deberes hechos notará mucho más la diferencia, para bien, que quien no los lleve realizados, ya que se limitará a copiar soluciones, pero no habrá practicado el desarrollo ni habrá entrenado su mente para la mejor comprensión de los aspectos que conlleve cada uno de los ejercicios. Sin embargo, al tenerlos hechos previamente, nos será más fácil saber qué hemos comprendido correctamente y qué fallos hemos cometido, pero sabremos solventarlos a tiempo gracias a dicha corrección. Así, si nos surge alguna duda, este será el mejor momento para consultarla.

Otro factor que será positivo para quienes realicen los deberes será la percepción del profesor, ya que suelen tener muy en cuenta quienes los llevan hechos y a los que no. En este sentido, es también aconsejable que, si se piden voluntarios para corregir los ejercicios, salgamos a realizar alguno. Ir realizando esto poco a poco también nos ayudará a que el momento de salir a la pizarra nos cueste menos cada vez y vayamos adquiriendo mayor soltura.


Es recomendable hacer la tarea el mismo día en que se ha mandado, para tener el contenido que deberemos poner en práctica más reciente y porque, cuanto más lo atrasemos, menos nos apetecerá hacerlo. Además de que las prisas no son buenas compañeras.

domingo, 5 de junio de 2016

¿Cómo subrayar los apuntes?

Como ya se sabe, subrayar los apuntes supone resaltar ciertos conceptos e ideas que engloban la idea general de la materia. De este modo, nos resulta mucho más sencillo delimitar aspectos para su posterior estudio.

Al realizar la tarea del subrayado hay otros aspectos que conviene tener en cuenta, ya que no debemos limitarnos exclusivamente a resaltar ideas, sino que también sería apropiado ampliarlas con nuestras palabras en los huecos que tengamos en nuestros apuntes. Esto evitará que perdamos tiempo cuando pasemos a estudiar y a repasar posteriormente el texto. Por ello, es muy importante estar atentos en el momento en que leemos los apuntes para comenzar a subrayar aquellas ideas principales con las que tenemos que quedarnos. Hay que tener cuidado para no dejarnos nada por el camino.

Hay mucha gente que subraya prácticamente el texto casi al completo. Esto no es seleccionar aspectos relevantes, además de ser una técnica que dificulte la retención y el verdadero aprendizaje. Además, esto conduce a que, más que entender e interpretar a nuestra manera, memoricemos, pero esto no ayuda a entresacar los datos importantes, que es donde realmente está la clave del estudio.

Es por esto, que se insiste y se recalca continuamente la importancia de la concentración en el momento de la lectura. En ese instante es primordial saber descartar lo secundario de lo principal. Así pues, la información subrayada ha de ser mínima. Nos limitaremos a destacar palabras o, como mucho, frases esenciales que, en los posteriores repasos, nos permitan, con un vistazo rápido, saber de qué se habla en cada parte.

Evidentemente, según lo fácil o difícil que nos resulte una materia, así será nuestra capacidad de síntesis. Si algo es nuevo o no lo conocemos demasiado bien, probablemente necesitemos destacar más cosas. Pero, de nuevo, eso no quiere decir que tengamos que subrayarlo absolutamente todo.

Así, pasaremos a realizar el subrayada únicamente cuando hayamos leído previamente el texto al menos una vez. De ese modo, será mucho más sencillo saber localizar lo importante. Nada de improvisar. Realizaremos el subrayado yendo párrafo a párrafo, sin pasar al siguiente hasta que estemos seguros de habernos quedado con la idea principal de cada uno.

Para ayudarnos visualmente, podemos optar por tener, un par de colores para subrayar ideas destacables y ejemplos. Eso sí, no caigamos en la trampa de utilizar demasiados subrayadores de distintos colores, pues, en contra de lo que cabe esperar, pueden dificultar la comprensión y la interpretación, además de que resulta bastante lento y hace perder más tiempo.

Por el contrario, si optamos por el uso de un único color, es preferible que la forma de subrayar cambie de las ideas principales a los ejemplos u otro tipo de conceptos. Por ejemplo, subrayado recto-subrayado ondulado.

Por último, hay que tener en cuenta que en ese momento del subrayado, también puede optar por destacar ideas con flechas para relacionar conceptos, esquemas, exclamaciones para atender mejor a ciertos aspectos, etc.

martes, 31 de mayo de 2016

Leer los apuntes

A lo largo de nuestra vida hemos adquirido ciertas costumbres a la hora de leer cualquier cosa que quizá nos perjudiquen en el momento de estudio. Por ejemplo, solemos acostumbrar a leer palabra por palabra (verbos adjetivos, sustantivos, preposiciones, etc.), pues así se nos enseñó en su momento. Hay gente que también pronuncia las palabras que va leyendo según va avanzando con la información. Además de volver sobre el texto ya leído para asegurarnos de que no nos hemos equivocado con la lectura y la comprensión.

Lo explicado en el párrafo anterior hace que nuestra lectura sea mucho más lenta, por lo que perderemos más tiempo en el proceso y nos perjudicará en el avance, pues éste no será todo lo rápido que nos gustaría. Además, una lectura rápida hace que nuestra mente esté mucho más preparada para prestar la atención que necesitamos, por lo que aprovechamos mejor el tiempo de estudio.

Por tanto, ¿qué sería lo mejor? Una buena propuesta sería adaptar el ritmo de lectura a nuestra velocidad de pensamiento, que siempre es mayor. Tendremos que tratar de evitar pronunciar el texto que leemos, ya que reduce la velocidad de lectura hasta prácticamente la mitad de tiempo.

Asimismo, evitaremos releer, pues ya se seguirán haciendo sucesivas lecturas del apartado que toque estudiar en próximas sesiones. Esto también es un factor importantísimo para habituarnos a concentrarnos mucho más con la lectura y comprensión de estudio. Es mucho mejor dar una segunda lectura COMPLETA, en lugar de regresar hacia atrás cada X palabras para asegurarnos continuamente de que estamos entendiendo lo que leemos.

Aunque parezca obvio y evidente, a pesar de que no nos percatemos, según vamos avanzando vamos apoyando nuestros ojos en cada una de las palabras y, más aún, en cada una de las letras. Esto es señal de que, para ahorrar tiempo, debemos ampliar el campo de visión. Pasar de las letras a la palabra y de una palabra a varias. Parece complejo, pero es cuestión de práctica, como todo.

Esto también ha de tenerse en cuenta para saber fijar nuestra atención en aquellas palabras verdaderamente significativas. Palabras que nos den la clave de comprensión en cuanto al tema que estudiemos. Descartaremos, por tanto, aquellas que no puedan aportarnos nada, como los artículos, las conjunciones o las preposiciones.

Evidentemente, habrá ocasiones en las que no comprendamos el significado de alguna palabra. Sin embargo, deberemos tratar de no preocuparnos en el momento, pues también perjudica a la concentración global. Simplemente la señalaremos y, una vez realizada la lectura al completo, consultaremos el diccionario.

Otros aspectos a tener en cuenta en una lectura rápida son, por ejemplo, la iluminación, la postura y el ambiente tranquilo. La luz es muy importante, sobre todo si es natural en lugar de artificial. En caso de tener que recurrir a la segunda opción es mucho mejor que sea lo más suave posible. Siempre suele recomendarse contar con alguna bombilla en algún tono azulado y que esté centrada los apuntes.

Por raro que parezca, la postura es esencial para una mejor concentración en la lectura que realicemos. Así pues, es mejor estar sentado, cómodamente, y con los apuntes frente a nosotros, centrados. Usaremos una mesa cuya altura sea la ideal para que podamos apoyarnos bien en ella.

El ambiente debe estar, en medida de lo posible, completamente en silencio. Evidentemente, hay factores que se nos escapan de las manos, pero procuraremos controlar aquello que esté en nuestra mano. De este modo, nos será más complicado desconcentrarnos. Es cierto que hay quienes se concentran mejor con música, pero sólo es recomendable en caso de que esté a un volumen bajo y que sea instrumental. No obstante, si es posible intentaremos evitarlo.

Existen ejercicios que podemos realizar para aumentar la velocidad de lectura y mejorar en nuestro proceso de estudio. Sin embargo, lo esencial es forzarse de algún modo a acostumbrarse a una mayor velocidad, por radical que suene. Cierto es que, al principio, podemos perdernos muchas cosas, mucha información, pero, como se viene diciendo, la práctica lo es todo.

Podemos leer un texto y seleccionar alguna que otra palabra. Después, con esa lista delante, trataremos de localizarlas lo más rápido posible.

Otro ejercicio típico, es la lectura apoyándonos en una línea vertical trazada sobre el texto. Para ello, es recomendable entrenarse, por ejemplo, con columnas periodísticas. Se irá deslizando la mirada por la línea, tratando de leer el texto sin separar los ojos de ella. Poco a poco iremos aumentando el campo de visión.


No obstante, hay que tener cuidado e ir percatándose de que la información que quizá nos quede en el tintero con una técnica de lectura más rápida sean sólo detalles prescindibles y sin mayor importancia, nunca hay que perder información esencial.

jueves, 26 de mayo de 2016

El material de estudio

Lo primero a tener en cuenta es la importancia de contar con un buen material. Conviene que éste esté lo mejor organizado y estructurado posible, pues nos ayudará a poder comprenderlo mejor y empezar a retener y a aprender desde el principio.

Así pues, y como también se comentaba en entradas anteriores, es imprescindible la asistencia a clase para tratar de tener nuestro propio material de estudio y, de esa manera, tenerlo organizado a nuestra manera para poder entenderlo mejor desde un principio. Recalco la ventaja de estudiar mediante nuestros apuntes propios en lugar de hacerlo con los que haya tomado algún compañero. Evitaremos esto, a no ser que tengamos que faltar por motivos de fuerza mayor.

En el momento en el que hayamos ya tomado los apuntes de cada asignatura, lo ideal es realizar una revisión del material para corregir, retocar, añadir, pasar a limpio (sólo si nos ha quedado demasiado sucio, pues requiere su tiempo y es mejor evitarlo), etc. De este modo, nos aseguraremos de que son comprensibles y de que los apuntes están tan completos como podamos. Así, tendremos tiempo de hacer los retoces y las correcciones que sean necesarias para que no se acumule nada para el último día.

En la labor de aumentar la información completar o corregir alguna que otra cosa que podamos tener a medias o que hayamos confundido, será idea acudir a un libro de texto (si se tiene) o en su defecto a la posible bibliografía que haya podido recomendar el profesor. Esto demuestra que la mejor manera de tomar apuntes es en hojas sueltas (ya sean folios u hojas de archivador), porque podremos añadir hojas con información extra entre medias. Eso sí, es muy importante que después lo sepamos organizar bien, numerando las hojas y, si es necesario, uniéndolas con una anilla o en el propio archivador.

Un segundo material, además de los apuntes, será el que nos aporten los esquemas o fichas resumen que realicemos tras una primera toma de contacto con los apuntes en la parte de comprensión de los mismos. Evidentemente, este material debe ser lo más breve posible y recogerán únicamente las ideas y los datos más relevantes.

Los esquemas o las fichas deberán estar correctamente estructuradas para entenderlo todo mejor con solo echar un vistazo. Lo organizaremos en temas y sub-temas, con sus correspondientes ideas destacables y algún que otro ejemplo. Estos resúmenes son muy recomendables para la fase de repaso, ya que, además, durante su elaboración, asentaremos la información que vamos anotando.

Una vez que tengamos estos esquemas, los podremos consultar en cualquier momento, en algún hueco que tengamos libre. Así podremos repasar y refrescar nuestra información de manera rápida.

Para la realización de estas fichas, lo primero que tendremos que hacer en los apuntes es, evidentemente, sacar la idea principal del tema (sola una, el aspecto más importante y que recoja la esencia de todo el contenido). Anotaremos dicha idea en el centro y realizaremos, a continuación, diversas ramificaciones de donde saldrán otros aspectos que se deducen de esa percepción principal. Primero anotaremos lo más importante y después lo secundario, solo si ayuda a una mejor aclaración. Recogeremos también brevemente fechas o citas que puedan ser relevantes o que nos ayuden a una mejor retención de la información.


Para realizar estas fichas, sería ideal utilizar distintos colores según las ideas o datos que se vayan anotando. La idea que globaliza el tema, de un color; las ideas principales, de otro; las secundarias, de otro y así… Esto nos ayuda a tener un esquema muy visual que, de seguro, nos ayudará a saber situar cada dato en su correspondiente apartado y nos ayudará mucho más a recordar la información.

sábado, 21 de mayo de 2016

Posibles pasos a seguir durante el estudio


Lo primero que deberemos hacer antes de ponernos a estudiar será prepara todo lo que nos vaya a ser necesario durante el proceso. Es mejor tenerlo a mano previamente, de esa manera evitaremos tener que levantarnos y perder tiempo. Evidentemente, para ello tendremos que tener en cuenta cuál es la materia o materias que tenemos previsto prepararnos. Así pues, nos haremos con apuntes, cuadernos, libros de texto, calculadora, bolígrafos, subrayadores, etc.

Una vez que tengamos todo lo necesario, sólo empezaremos con la siguiente asignatura cuando creamos que tenemos controlado lo que debíamos mirar de la anterior.

Las asignaturas y sus contenidos han de estudiarse de manera escalonada, despacio, pero de manera continuada. Así, repasaremos paulatinamente el contenido e iremos ahondando más en él conforme vayamos avanzando en clase. Esto ayudará a que los datos se consoliden en nuestra memoria. Pero ojo, no se trata tanto de memorizar, sino más bien de comprender.

Así pues, tenemos que tener en cuenta que para manejar bien el contenido de cada materia, deberemos ir desde un punto de vista general a lo concreto. El primer vistazo que echemos a cualquier tema, será una toma de contacto que nos ayudará a tener esa visión global. Para ello, nos podemos ayudar del programa que nos facilite el profesor al principio del curso o, en su defecto, del índice del libro de texto que vayamos a manejar durante el curso. Observaremos los apartados, subapartado, etc., que componen cada unidad.

Seguidamente, pasaremos a realizar una primera lectura general del contenido de los aspectos recabados hasta el momento, tratando de poner la máxima atención posible. Formaremos una idea general sobre lo que leemos, sin hacer nada más, no será necesario subrayar de momento.

Después, empezaríamos la siguiente fase de lo que sería el estudio como tal. Leemos cada uno de los apartados, deteniéndonos, esta vez sí, a destacar con marcadores, bolígrafos, lápices de colores, etc., las ideas principales. Una buena idea es tratar de ir repitiendo lo que se va subrayando con nuestras propias palabras. Únicamente cuando tengamos clara la idea de cada apartado, podremos avanzar al siguiente.

Hay ocasiones en las que algún apartado se extiende bastante y se hace realmente pesado tratar de estudiarlo todo de un tirón. En esos casos, será mejor que optemos por la subdivisión de dicho epígrafe.

A continuación, pasaremos a reforzar lo que vamos viendo. Repasaremos otra vez el apartado para terminar de dominarlo. Hecho esto, en teoría, deberíamos dominar de manera más bien precisa. Terminaremos comprendiendo la lección y diferenciando la estructura, Tendremos claros los aspectos principales y sabremos expresarlo con nuestras propias ideas. En caso contrario, apuntaremos las dudas para consultarlas.

Cada vez que avancemos de apartado en apartado, cuando hayamos finalizado las fases, podremos realizar esquemas con lo principal o fichas que resuman lo esencial. Es muy importante que sean lo más breves posible y que sean ideas que lo engloben todo, pero que nos ayuden a saber localizarlas en nuestra cabeza dentro del apartado. Esto es ideal para futuras sesiones de estudio, pues nos servirán de guía.

Una vez que consideremos que dominamos más o menos bien lo que llevamos mirado hasta el momento, podremos avanzar al siguiente aspecto.

Eso sí, esta idea que se ha desarrollado, es sólo un ejemplo de las muchas posibilidades de estudio y de las diversas metodologías a las que acudir. Cada persona es un mundo y cada cual le funcionarán mejor unas cosas u otras. Tendremos que probar e ir tanteando el terreno para ver cuál es la que nos resulta más eficaz.

lunes, 16 de mayo de 2016

Organizando el tiempo de estudio


Como se ha venido apuntando en las entradas anteriores, el estudio es un asunto que requiere, principalmente, compromiso. Por lo que debemos ser persistentes y tener voluntad. En el proceso, es también muy importante que sepamos organizarnos, para lo cual es imprescindible que tratemos de estudiar desde el primer día.

Deberemos organizarnos en función de la importancia de los estudios que estemos cursando. En algunos casos, nos será suficiente con mantener un ritmo de estudio de un par de horas diarias. En otros, tendremos que ampliar el margen, por lo que es importante la organización en función al tiempo que tengamos libre.

De este modo, cada uno debe ser consciente de sus capacidades y de lo mucho o poco que puedan costar algunas materias. Pero lo que no podemos hacer es estudiar mucho un día que tengamos mucho tiempo libre, y al día siguiente hacer menos o no hacer nada. Así no crearemos una constancia a la que nos cueste menos acostumbrarnos. Esta idea no es la más idónea para preparar los exámenes; de ahí la importancia del trabajo continuo.

No podemos pretender llegar a los días previos del examen para realizar todo el esfuerzo que hemos evitado o nos hemos querido ahorrar a lo largo del curso. No podremos abarcarlo todo. Podríamos tener suerte y llegar a un aprobado justo, aunque es difícil que esto ocurra. Por descontado, si nos decantamos por esto, nos arriesgamos a no haber asimilado apropiadamente las materias y esto facilitará que olvidemos los datos retenidos con mucha más facilidad. Mientras que si trabajamos constantemente, la información será mejor comprendida y nos será más fácil retenerla en la memoria.

Una buena estrategia de estudio es comenzar a organizar las asignaturas según los niveles de dificultad. Aquellas que nos resulten más fáciles, después las que tengan un nivel medio y, por último, las que nos cuesten más. Así, lo más idóneo sería que, a la hora de empezar a afrontar el estudio, comenzáramos estudiando una de las que consideremos de dificultad media, para ir centrándonos. Continuaremos con alguna asignatura que nos resulte más compleja y, para terminar de una manera más “relajada”, finalizaremos con una asignatura que nos resulte más sencilla.

Durante el tiempo de estudio, deberemos planear también una serie de descansos, pues no podemos estar un tiempo demasiado extenso con el 100% de la concentración. Sería imposible. Necesitamos despejarnos para que el estudio que siga tras dicho descanso, sea igual de provechoso que el estudio que hemos realizado hasta ese momento. Eso sí, conviene que los descansos no sean más largos de 5-10 minutos por cada 60 que llevemos estudiando.

Para organizar este tiempo, tendremos en cuenta que el momento del día en el que a nuestro cerebro, por lo general, le es más fácil concentrarse, es durante el día. Procuraremos dejar la noche para descansar, puesto que dormir bien es también un factor muy importante para una mejor retención de lo estudiado. Al contrario de lo que pueden pensar las personas que creen estudiar mejor por la noche, este es un momento del día en el que menos se rinde.

Así pues, como se indicaba, es muy importante el hecho de acostumbrarnos, de crear un hábito de estudio. Para ello trataremos de estudiar siempre dentro de un mismo lapso de tiempo, escogiendo siempre el mismo rango de horas.

Tendremos en cuenta que, una vez que terminamos de comer, nos puede resultar más difícil la concentración. Será mejor esperar una o dos horas antes de comenzar, dependiendo de a qué hora terminemos. Pero tampoco esperaremos a empezar demasiado avanzada la tarde.

Además de saber organizarnos los días de entre semana, tendremos que planificar también cómo repartiremos el estudio a lo largo del fin de semana. Si hemos estudiado a diario, puede ser buena idea dejar el viernes como día libre y de descanso, para dedicar el sábado a realizar una jornada de trabajo. El domingo también podremos aprovecharlo, pero trataremos de dejar para este día las cosas más ligeras.

Para saber organizarnos lo mejor posible, tenemos que tratar de no atrasar nuestro tiempo de estudio. De ahí la importancia de empezar a estudiar desde el primer día. En este sentido, tenemos que tener en cuenta la constancia que mencionábamos, pues sería conveniente cumplir esta planificación de trabajo y estudio diario.
En cuanto a las tareas que los profesores vayan mandando, también es preferible que no se deje para el último momento. Es importante hacerlo cuando la explicación está más reciente. Además, la preparación de la tarea sirve de igual manera para reforzar la materia. Así, si surgen dudas al respecto, podremos solventarlas con tiempo suficiente para que nos sirva en la preparación del examen.

Tenemos que establecer una serie de propósitos diarios. La importancia real no reside tanto en estudiar X horas, sino en que esas horas nos sean de verdadero provecho. Así pues, también deberemos pararnos a pensar, una vez que terminemos nuestro tiempo de estudio diario, en el rendimiento y el aprovechamiento que hayamos sacado de ello. Si nuestra valoración es negativa, tendremos que probar con otro tipo de organización o tratar de ver dónde ha estado el error para solventarlo.

Para motivarnos más, es recomendable saber “premiarnos” por una buena jornada, organizando algo que nos guste hacer en el momento en el que terminemos de estudiar.

Como excepciones, es sabido que siempre pueden surgir imprevistos en nuestra organización. Por lo que, a pesar de que tendremos que tratar de ser constantes, si nos vemos obligados a perder algún día, también tendremos que hacer todo lo posible por intentar recuperar ese espacio en el que no hemos podido hacer nada. Eso sí, esto solo lo haremos en los casos en que sea estrictamente necesario.

miércoles, 11 de mayo de 2016

¿Cuál es el mejor sitio para el momento de estudio?


Lo primero a tener en cuenta es la comodidad del probable sitio donde vayamos a estudiar, así como tener presente que sea u n lugar tranquilo, al menos en medida de lo posible. Esto hará que nuestra concentración sea más llevadera y fácil. Es mejor prevenir que nada nos vaya a distraer, dificultándonos el estudio.
En relación al silencio, hay que comentar que debemos procurar estudiar sin escuchar nada de música. No obstante, hay personas que se concentran mejor oyendo música clásica, por ejemplo, o melodías que no tengan letra. Para gusto los colores, evidentemente, pero si nosotros somos de los segundos, procuraremos que el volumen esté lo más bajo posible.
Asimismo, descartaremos por completo estudiar en un lugar donde no haya televisiones ni ordenadores. De esta manera no caeremos en la tentación de encenderlos, y es que, si tratamos de hacer las dos cosas a la vez no nos concentraremos verdaderamente para ninguna de las dos cosas. Por no decir que el momento del estudio debería ser eso: momento del estudio, y no un pasatiempo. No nos confiemos.
Además, este espacio tiene que ser lo suficientemente luminoso como para que no necesitemos luz artificial. A menos si estudiamos durante las horas que más luz solar podamos aprovechar. Evidentemente si el día está nublado, probablemente deberemos emplear una luz extra. Podemos encender una luz general, que alumbre toda la habitación, en caso de que estemos muy a oscuras, pero también podemos usar un foco de luz suave (la luz fuerte causa fatiga) que resalte los apuntes. Eso sí, procuraremos que la iluminación no provenga de tubos fluorescentes.
Otra cosa importante, aunque pueda no parecerlo, es contar con una temperatura adecuada. No debemos advertir demasiado frío ni demasiado calor. Estaría genial si nos encontráramos en una temperatura de unos 20-22 grados. Así como también debemos estar en una sala que se ventile con regularidad, pues el cerebro depende del nivel de oxígeno para un mejor rendimiento.
Procuraremos estar sentados en una silla lo suficientemente cómoda para poder pasar un periodo más bien largo sin que nuestra postura se resienta. Y también intentaremos que la mesa de estudio sea todo lo amplia que podamos, para que sea más fácil tener a mano todo lo que nos pueda ser necesario. Es por ello  muy importante el estudio frente a un escritorio, y no estar en otros lugares que puedan parecernos más cómodos, como el sofá, por ejemplo, o incluso la cama. Esto, aunque pueda no parecerlo, dificultará mucho la concentración y el tiempo que estemos estudiando en lugares incorrectos seguramente tengamos que recuperarlo en otro momento, pues no cundirá.
Una vez que localicemos un lugar idóneo para nuestro momento de estudio, procuraremos no cambiar de sitio y utilizar siempre el mismo. De este modo, crearemos una rutina fácil de seguir y nuestra concentración será mejor, pues al cambiar continuamente de lugar, nos será más fácil distraernos.
Hay quienes consideran que es más fácil estudiar en grupo. Puede ser, siempre y cuando sea un simple repaso. Pero nos mentimos si pensamos que de verdad vamos a ESTUDIAR, pues es muchísimo más fácil que nos despistemos de nuestro verdadero objetivo. Seguramente no estudiemos realmente todo lo que nos gustaría y esto nos obligaría a recuperar ese tiempo más tarde.
Es importante, pues, intentar que nuestras horas de estudio sean aprovechadas lo máximo posible. Esto facilitará que el tiempo se ajuste a nuestras necesidades y así podremos tener nuestro merecido momento de descanso o de ocio. Si no aprovechamos verdaderamente el tiempo de estudio, como decía, tendremos que recuperarlo, lo cual hará que se nos haga más pesado todavía.
Si no tenemos otra alternativa, nuestro lugar de estudio podría ser el que ofrecen las bibliotecas públicas, aunque no ha todo el mundo le resulta igual de provechoso. A veces, sólo el tiempo que tardamos en organizar las cosas que  necesitamos llevarnos y desplazarnos (por poco que sea), nos está haciendo perder un tiempo que puede ser bien aprovechado sin movernos de casa. Eso sí, esta opción es verdaderamente conveniente si lo que necesitamos es buscar información que pueda reforzar los apuntes con los que ya contamos, o para hacer algún trabajo, etc.

viernes, 6 de mayo de 2016

¿Cómo tomar apuntes y cómo estudiarlos?


Es conveniente y recomendable tomar nuestros propios apuntes, para lo cual es importante seguir el punto anterior: hay que asistir a clase. De este modo, nos será más fácil ir reteniendo la información que vayamos apuntando. Aunque es importante escuchar, es importante anotar todo lo relevante, para que luego no nos olvidemos de lo esencial.
En cuanto a la toma de apuntes, hay que tener presente lo que es mejor que NO se haga.
Para empezar, no tenemos que pretender abarcar absolutamente todo lo que va diciendo el profesor, no podemos copiar todo tal cual se está explicando. Si lo intentamos, nuestra velocidad deberá aumentar y esto conlleva, muy posiblemente, a que nuestra letra se convierta en garabatos imposibles de leer. Además, es más probable que perdamos el hilo de las ideas que va añadiendo el profesor conforme va a avanzando y esto ocasionará que nuestro apuntes estén llenos de lagunas.
Otro detalle que no es muy recomendable es no leerse los apuntes en casa el mismo día que se han tomado. De este modo podremos comprobar que se entienden y que no faltan ideas elementales. Así, podremos añadir lo que sea necesario, resumir o corregir lo que haga falta. Si hacemos todo esto días antes de algún examen, lo único que conseguiremos será perder tiempo tratando de subsanar aquello que pudimos hacer en un mejor momento o tratando de conseguir esos apuntes por otros medios.
De hecho, esto último suele ser otra opción que no es muy recomendable: dejar de lado nuestros apuntes para estudiar los de otra persona. De nuevo, corremos el riesgo de tropezar con palabras que no se entiendan, abreviaturas propias de quien ha tomado esos apuntes, ideas que no comprendamos, etc. Pero también puede ocurrir que la comprensión de quien nos deje los apuntes sea errónea, puede anotar una idea resumen de lo que ha creído entender, pero no se correcta. Esto hará que nos confundamos o, si confiamos en su criterio, que estemos equivocados.
Por todo esto, hay que tener en cuenta lo útil e importante que es que cada uno cree y estudie sus propios apuntes. Por lo tanto, en el momento de coger apuntes, es importante que tengamos claro qué método queremos utilizar para ello. Podemos anotar a mano o, si estamos en la universidad, coger apuntes mediante el ordenador, que puede ser más rápido. Así pues, lo primer a tener en cuenta es que deberemos contar con el material que nos vaya a ser más cómodo.
Lo siguiente es atender al profesor, tratando de distraerse lo menos posible para que las ideas no queden sueltas. Para esto, será esencial que primero oigamos lo que explique y, después, anotemos la idea global y lo más importante. Trataremos de que las notas que tomemos sean breves, pero al mismo tiempo han de reflejar lo más significativo.
Si tomamos nota a mano en folios, será importante también que, a medida que vayamos avanzando con las páginas, enumeremos todas las hojas. De este modo, si por algún motivo se desordenan los apuntes, nos será más fácil volver a darles su correcto orden.
Para facilitar el avance y la distinción de temas, lo mejor es que cada uno de ellos empiece en una nueva página una vez se finalice con el anterior.
La atención que prestemos a la lección será también decisiva para poder tomar nota no sólo del título del tema, sino también de aquellos aspectos que podamos agrupar mediante apartados.
Otro detalle importante, aunque parezca una tontería, es tratar de dejar márgenes, de esta manera podremos aumentar la información posteriormente en caso de que sea necesario. Es mejor que las notas que tomemos estén lo mejor estructuradas que podamos.
Podemos utilizar elementos en los apuntes que capten nuestra atención cuando haya datos importantes a tener en cuenta (flechas, ejes, pequeños esquemas, etc.) y que también nos faciliten la comprensión.
Si optamos por la opción de tomar nota en folios sueltos, trataremos de tenerlos organizados en alguna carpeta o archivador, para que no sea más fácil que los perdamos. Hay quienes optan por encuadernas las hojas una vez han completado la materia.
A la hora de tomar apuntes, es importante que creemos nuestros propios signos o abreviaturas, para que la velocidad de escritura sea más eficaz, pero sin perder información relevante (ej. (ejemplo); jvs (jueves); separa2 (separados); > (mayor); < (menor), etc.).
Si conseguimos que nuestros apuntes sean lo suficientemente claros y los entendamos aplicando todo lo dicho hasta el momento, no será necesario que, posteriormente, los pasemos a limpio. A no ser que lo hagamos en el mismo día y esto siga ayudándonos a retener información. Pero hay que tener en cuenta que, el tiempo que dediquemos a esto, podríamos aprovecharlo simplemente avanzando en el estudio. Bien repasando aspectos de dichos apuntes que sean realmente relevantes y que puedan ser más complejos, bien completando lo que falte, etc.
Así pues, es importante que se repasen los apuntes tomados en el día para ver que todo está completo, que son fácilmente comprensibles, etc. Esto ahorrará mucho tiempo de estudio previo a los verdaderos exámenes.

domingo, 1 de mayo de 2016

La importancia de ir a clase


Sí, puede parecer una obviedad, pero hay ocasiones en las que suelen buscarse “excusas” variopintas para no asistir, pensando que ya habrá tiempo de ponerse al día… y el hecho de faltar puede descuadrarnos bastante, aunque pueda no parecerlo. Evidentemente, podemos tener una causa justificada, pero hay que tener cuidado para no dejarnos llevar…
Hay que sacar partido a este simple acto, pues aquello que entendamos desde el primer momento y que aprendamos gracias a esa asistencia, puede no ser necesario que se repase una vez estemos en casa estudiando.
Además, una de las grandes ventajas es que se sabrá de primera mano aquellos aspectos en los que el profesor hace más hincapié. Esto puede darnos pistas de cuáles pueden ser sus intenciones en el examen y por dónde pueden ir los tiros… Sobra decir también, que hay profesores que tienen MUY en cuenta la asistencia, por lo que sólo con eso podemos estar ganando algún punto extra. En muchas ocasiones, esto puede ser algo decisivo que termine jugando a nuestro favor para que la nota sea algo mejor.
Puede ser cierto que hay asignaturas que pueden enfocarse y prepararse perfectamente por cuenta ajena. Ya sea mediante algún libro de texto, bibliografía especificada por el profesor en el programa o apuntes que él mismo pase cada X tiempo… Sin embargo, lo que probablemente sea mayor pérdida de tiempo es, precisamente, la falta a clase. Si le pedimos los apuntes a algún compañero, siempre van a surgir dudas, ya sea porque no entendamos el fondo de los apuntes o, más simple, porque no entendamos la letra del aquel alma caritativa… Así pues, es mucho mejor ocuparse de tener apuntes propios, para lo que necesitaremos, lógicamente, asistir a clase.
Una vez que estemos ya en el aula en cuestión preparados para recibir la lección que toque, lo mejor será escoger un buen sitio… Y si queremos intentar que nuestra atención sea óptima, descartaremos los últimos asientos. Además, esto ayudará a poder ver mejor la pizarra y a escuchar de manera más clara lo que esté diciendo el profesor.
No tenemos que olvidar tampoco el material de clase, para no tener que perder tiempo pidiéndoselo al compañero… Si a nuestro bolígrafo le queda poca tinta, procuraremos tener otro a mano.
Otro aspecto que ayudará a ir avanzando convenientemente es acudir a clase con los ejercicios, si se hubieran mandado el día anterior, hechos. Esto nos permitirá estar atentos a su correspondiente corrección llegado el momento. Si cometemos algún error, es mejor percatarnos con las correcciones que no el día del examen, cuando no podamos ser conscientes de que lo estamos entendiendo mal.
También es bueno aprovechar esa asistencia a clase para solventar nuestras posibles dudas de una manera directa.
Otra cosa que puede parecer absurda, pero que no lo es en absoluto, es el bueno comportamiento que debería tener toda persona en clase. Debemos respetar a quien está dando la explicación y a quien quiere escucharla. Y, como ya se ha dicho, esto puede ser decisivo para una impresión positiva por parte del profesor.
En relación con lo que se ha ido diciendo en anteriores entradas, es importante que, una vez que estemos en casa, repasemos eso mismo que se ha visto en clase, puesto que está más reciente y será más fácil la comprensión y la asimilación de la asignatura en cuestión.
En caso de que las tareas que se manden hay que entregarlas algunos días después, no está de más ir realizándolas en cuanto se vaya pudiendo. Nunca hay que dejarlo para el último momento.
Todas estas aportaciones parecen muy obvias, pero es mucho mejor tenerlas presentes y llevarlas a cabo.

martes, 26 de abril de 2016

La importancia de saber organizar el tiempo de estudio


Como se ha venido diciendo, es muy importante saber organizarse bien a la hora de realizar un plan de estudio. Lo que verdaderamente hará que tengamos más posibilidades de conseguir nuestro objetivo va a ser eso; conseguir una óptima planificación.
Si comparamos a una persona que sabe llevar su organización al día con alguien que no lo hace, notaremos una gran diferencia. La primera sólo necesitará repasar y hacer más hincapié en aquellos aspectos que le resulten más complejos. La segunda, en cambio, necesitará estudiar todo lo que no haya consultado hasta el momento, por lo que es más probable que necesite emplear más tiempo, pero eso no quiere decir que vaya a conseguir abarcarlo todo con holgura.
En el momento en que nos paremos a organizar nuestro estudio debemos tener en cuenta diversos puntos. Tenemos que saber de antemano el material que nos va a ser necesario para cada asignatura y el tiempo que necesitaremos dedicar a su estudio. Así pues, antes de nada es esencial saber de cuánto tiempo vamos a contar y cómo preferimos dividirlo. De esta manera, en función de esa organización previa, sabremos la dedicación diaria y el ritmo que tendremos que prestar.
El material se nos irá facilitando a medida que el curso va avanzando, es por ello que tenemos que tratar de llevar todo al día. De esa forma tendremos tiempo de reacción, en caso de que nos surjan dificultades. Así, conforme va avanzando el contenido, notaremos que nos va siendo mucho más sencillo organizar nuestro tiempo, cosa que se agradecerá en época de exámenes. Asimismo, el ritmo puede ir ajustándose según la necesidad de una materia u otra y de unos contenidos u otros.
Si conseguimos establecer unas 3 horas de estudio al día (salvo si las materias nos exigen algo más), seremos capaces de ir avanzando sobre seguro. No nos someteremos al famoso agobio de época de exámenes, al menos no se tratará de una agobio provocado por saber que no nos hemos preparado nada hasta el último momento.
Lo importante también está en saber aprender en profundidad los contenidos de las materias, así como también hay que saber recordar y refrescar dichos conocimientos mediante diversos repasos. No podemos pretender pasar de una lección a otra sin haber repasado debidamente la que acabamos de terminar, pues en ese caso nos resultaría más fácil olvidar lo que, en teoría, ya deberíamos saber.
A la hora de organizar el repaso, podríamos estructurarlos en varias partes según la lección se vaya desarrollando en clase. Así será mucho más sencillo. Cuando el tema esté, más o menos, a la mitad o un tercio, podremos realizar un primer repaso, por ejemplo, y refrescar cada una de las lecciones (que habrán debido verse diariamente). Cuando nos encontremos a unos 15 días del examen, trataremos de realizar otro repaso de lo que se lleve visto hasta el momento y, de nuevo, cuando queden ya pocos días 2 o 3, haremos el repaso final. Si lo hemos preparado correctamente, para entonces lo tendremos todo controlado y no deberá suponer un gran esfuerzo recordar el contenido. Para ello, hay que tomar nota desde el comienzo de curso, o al menos cuando se tenga conocimiento, de las fechas de los exámenes, ya que cuanto antes comencemos a organizar, no sólo el repaso diario de cada asignatura, sino también los repasos globales, antes veremos los resultados y nos será más fácil conseguir motivación.

jueves, 21 de abril de 2016

Tener una actitud positiva lo es todo


En el contexto del estudio es muy importante tener una actitud optimista y estar convencido de uno mismo.

Es cierto que no todas las materias pueden resultar fáciles o llevaderas, pero no debemos dejarnos llevar por la negatividad. Hay que pensar que se puede conseguir. Y es que siempre se ha dicho que desaprovechamos mucho de nuestro potencial intelectual, por lo que tenemos que confiar en nosotros mismos. Eso sí, NO tenemos que demostrarle NADA a NADIE, sólo tenemos que hacernos ver que SE PUEDE, porque se puede…

Así pues, tenemos de que autoconvencernos de que somos capaces de superar cualquier examen, cualquier materia, por muy complicada que ésta nos parezca. Y es que si únicamente conseguimos pensar que no vamos a conseguir aprobar… la potencial dificultad que ya de por sí existe aumentará aún más.
Sin embargo, si hacemos frente mediante ese convencimiento, las probabilidades de lograr aprobar serán mayores. Las posibles dificultades que muestre la asignatura no resultarán imposibles.
Aquí es donde entra en juego, por supuesto, una adecuada planificación y un correcto reparto del tiempo de estudio. Dando prioridad a todo aquello que nos sea más complicado de entender.


Asimismo, tenemos que poner todas nuestras ganas a aquello que estamos intentando conseguir. Nada de medias tintas.

No podemos obviar el hecho de que el estudio no todo el mundo lo afronta de igual manera. Así como también es evidente que estudiar no es tan fácil como sí que lo es enfocar la atención en otras cosas que nos pueden resultar más atractivas y que, lógicamente, nos apetecerán más que estudiar… Pero no podemos relajarnos ni despistarnos, necesitamos aprobar sí o sí, así que será mejor aceptarlo cuanto antes para afrontarlo con una mejor actitud.

Aquellos aspectos que más dificultad nos planteen podrán ser enfocados como retos personales. De ahí que necesitemos toda nuestra confianza en nosotros mismos, pues si nos desanimamos con facilidad, todo se nos hará mucho más difícil, si cabe. Será mejor llevarlo positivamente para que se nos haga algo más llevadero, en medida de lo posible. Además, la motivación personal hará que rindamos más fácilmente.


A esto, tenemos que añadir la seriedad con la que tiene que afrontarse el proceso de estudio. No olvidemos que de ello depende la diferencia entre el aprobado y el suspenso. Un correcto rigor en el proceso y en la elección de nuestras técnicas será lo más aconsejable.

CONSTANCIA Y TRABAJO, en eso debemos apoyarnos. El recorrido puede no gustarnos demasiado, pero si hay algo completamente seguro, es la satisfacción que sentiremos al final de todo ello si lo conseguido es lo buscado (y si trabamos correctamente, así será).

En definitiva, el esfuerzo habrá merecido la pena. Reforzaremos nuestra fuerza de voluntad y nos demostraremos que el sacrificio nos conduce a conseguir nuestros objetivos. Y esto nos puede servir en muchos más ámbitos más allá del estudio.

Si se está a tiempo, es mejor que estás habilidades y estas cualidades sean entrenadas desde pequeño. A la larga sería todo mucho más fácil.


Si queremos ir mucho más allá, no podemos conformarnos con estudiar únicamente para aprobar… De hecho, si hacemos eso, lo más probable es que no consigamos nuestro objetivo. Será mejor intentar llevarlo todo lo mejor preparado que se pueda, pues así será mucho más fácil conseguir no solamente aprobar, sino quizá pueda conseguirse una mejor nota de la que posiblemente se espere.

Eso sí, aunque nos exijamos todo lo mejor a nosotros mismos, no tenemos que abandonar el camino de la realidad. No podemos esperar pasar de aprobados justos a sobresalientes altos. Todo a su tiempo. Simplemente hay que empezar pensando, como indicábamos, que se puede conseguir, pero también ha de hacerse para conseguir un mínimo margen de seguridad. Todo es cuestión de saber organizarse lo mejor posible y, de nuevo, de ser un estudiante constante.

Esto no quiere decir que tengamos que prescindir de ocio, de hecho, está bien que tengamos nuestros momentos para despejarnos. Pero en su justa y debida medida, pues no tenemos que sucumbir a la pérdida de tiempo. Es decir, esos ratos y momentos en los que estamos mano sobre mano, sin hacer absolutamente nada, pues se puede ir de las manos con facilidad. Esto tampoco quiere decir que tengamos que tener un número elevado de horas de estudio, simplemente se trata de saber aprovechar las que utilicemos.

En todo este proceso, tenemos que tener cuidado y no confiarnos pensando que, por muy bien que lo llevemos, estamos salvados. Los buenos resultados nos pueden hacer bajar la guardia, pero hay que seguir esforzándose de igual modo. Eso sí, tienen que servirnos para motivarnos y continuar hacia nuestro próximo objetivo.


En cuanto a las posibles técnicas que se puedan llevar a cabo a la hora de estudiar, hay que tener en cuenta que no a todo el mundo les sirven las mismas. Incluso a una misma persona le puede ayudar un determinado método para una asignatura, pero no para otra. Asimismo, puede ocurrir que estemos empleando o estemos acostumbrados a emplear no sea el más óptimo, pues quizá no obtengamos resultados. Esto deberá ser tenido en cuenta a la hora de cambiar esas técnicas y buscar otras que nos ayuden más.

Esto también es aplicable a otros aspectos del momento de estudio, todo lo que implique el horario, el lugar, etc.


De igual modo, pueden darse casos en los que no consigamos nuestros propósitos y, sin tirar la toalla para el siguiente objetivo, tendremos que aceptar los errores que cometamos. No hay que olvidar, precisamente, que de los errores se aprende. Tenemos que responsabilizarnos de esos fallos sin caer en la trampa de culpabilizar a otros. Es necesario que sepamos aceptar los suspensos que nos lleguen, pues sabemos de antemano que no está todo perdido.