Lo primero que debemos tener en
cuenta en este terreno es que contamos con dos tipos de memoria. Por un lado,
estaría la memoria a corto plazo y,
por otro, tenemos la memoria a largo
plazo.
-Memoria a corto plazo.
En el momento en el que se nos da
una información, vamos a almacenarla en la que sería nuestra memoria a corto
plazo. A continuación, si no es relevante para nosotros, será desechada tan de
repente como nos ha llegado, al cabo de unos treinta segundos.
¿Qué quiere decir esto? Que la
memoria a corto plazo es muy limitada, apenas hay capacidad de retención, ya
que la información sólo se mantendría en ella si repetimos mentalmente lo que
se nos acaba de contar o lo que acabamos de leer. Por ejemplo, alguien nos
facilita una dirección. En ese caso, repetiremos los datos que se nos aportan
hasta que podamos apuntarlo, en caso de que no contemos previamente con un
lugar en el que apuntar de manera automática.
En caso de que la información que
se nos acaba de dar pase a ser analizada y comprendida por nosotros, porque nos
interesa, puede pasar de la memoria a corto plazo hasta la memoria a largo
plazo.
-Memoria a largo plazo. La que
nos interesa para el estudio.
Esta memoria, al contrario de lo
que ocurría con la memoria a corto plazo, es ilimitada en lo tocante a la
duración y a la capacidad. En ese sentido, tenemos que tener presente que la
información recibida ha de pasar por tres fases en lo que sería el proceso de
memorización. Primero la registramos, después la retenemos y, por último, la recuperamos
cuando nos es necesaria.
Si sabemos registrar la información
de la mejor manera, menos nos costará posteriormente retenerla y,
principalmente, recuperarla. Podremos retener los datos durante un periodo de
tiempo mucho más largo.
Evidentemente, tener que manejar
y trabajar correctamente la información. Uno tiene que ser responsable y saber
lo que está haciendo, por lo que la atención que prestemos tiene que ser la
máxima posible. Así pues, trataremos de evitar tener elementos cerca que puedan
distraernos en este proceso.
Para registrar la información en nuestra
memoria, tenemos que tener en cuenta otros factores, además de la atención.
También son importantes la motivación, el pensamiento lógico, la capacidad de
análisis, la relajación, etc.
El factor principal, como se
advertía, es la atención, ya que nos permite ser selectivos con los estímulos
que nos están llegando, quedándonos únicamente con los que nos van a ser provechosos,
y ayudándonos a ignorar el resto. De ahí la importancia de estudiar en un lugar
lo más tranquilo posible, para facilitar este proceso de atención y
concentración. Esto depende, sobre todo, del interés que mostremos, de la
motivación que generemos y del control que hagamos sobre nuestras emociones. Y
es que siempre puede ocurrir que atravesemos por un bache o suframos una
situación difícil, y esto puede influir negativamente.
La atención, aunque parezca raro,
puede entrenarse. Es decir, podemos aprender a manejar nuestra atención a
nuestro antojo, captando así los datos principales y lo más importante.
Sabremos diferencias entre lo que es relevante y lo que no lo es. Por ejemplo,
podemos observar una imagen atentamente y, después y sin mirarla, describirla
con el máximo detalle posible.
En cuanto a la motivación, es
evidente que nos es mucho más sencillo memorizar aquella información que más
nos interesa. Es por eso que a la hora de estudiar, tenemos que esforzarnos y
tenemos que intentar buscar motivaciones extra para que las asignaturas no nos
resulten tan complicadas o se nos hagan cuesta arriba. Hay que buscar siempre
un lado positivo, donde sea, pero hay que encontrarlo. Si nos cerramos desde el
primer momento en el que tomamos contacto con una asignatura que por lo general
no nos atrae, nos será más difícil el aprendizaje.
Siguiendo con los factores a
tener en cuenta, es lógico pensar que necesitamos entender la información y
comprenderla antes de pasar a memorizarla. Si intentamos memorizar algo que a
priori no entendemos, nos dificultará aún más la memorización, ya que podemos
confundir datos cuando queramos recuperar la información.
Habrá casos sueltos en los que
será inevitable realizar una memorización literal de los datos que debemos
manejar posteriormente. Este es el caso de algunas definiciones, fórmulas,
leyes, etc.
En lo tocante a la organización,
tenemos que ordenar y estructurar adecuadamente los apuntes. De ese modo, será
mucho más fácil pasar a la fase de memorización, y es que la información que
está organizada de una manera idónea es más fácil de almacenar y de recordar,
pues sigue un orden lógico que no dificulta la comprensión.
Asimismo, otra fase para una
óptima memorización será la repetición de los datos que estamos estudiando.
Este es un esfuerzo casi obligatorio si se quiere recordar mejor la
información. Trataremos de repetirlo todo con nuestras propias palabras. Así
retendremos mejor las distintas partes de la información, al igual que nos
quedaremos más fácilmente con las partes más relevantes. Este ejercicio es
bastante provechoso si se evita la repetición mecánica, pues dificulta la
posterior recuperación de los datos. Mejor que lo hagamos como si se lo
estuviéramos explicando a alguien que no sabe nada acerca del tema que
estudiamos.
Esta fase de repetición puede
ayudarnos aún más en la retención si refrescamos de manera periódica todo lo
que llevamos aprendido hasta el momento. De ese modo, nos aseguraremos de
asentar realmente toda la información y no nos confiaremos.
Por último, es importante tener
en cuenta que es importante ser capaz de recordar lo que se ha memorizado a la
hora de recuperar la información para el examen. Esto, evidentemente, dependerá
mucho de la calidad del registro; si la temática se ha estudiado bien y se han seguido
todos los pasos recomendados, los datos se recordarán (se recuperarán) más fácilmente.
Así pues, es importante que se asimile la información.