A lo largo de nuestra vida hemos
adquirido ciertas costumbres a la hora de leer cualquier cosa que quizá nos
perjudiquen en el momento de estudio. Por ejemplo, solemos acostumbrar a leer
palabra por palabra (verbos adjetivos, sustantivos, preposiciones, etc.), pues
así se nos enseñó en su momento. Hay gente que también pronuncia las palabras
que va leyendo según va avanzando con la información. Además de volver sobre el
texto ya leído para asegurarnos de que no nos hemos equivocado con la lectura y
la comprensión.
Lo explicado en el párrafo
anterior hace que nuestra lectura sea mucho más lenta, por lo que perderemos
más tiempo en el proceso y nos perjudicará en el avance, pues éste no será todo
lo rápido que nos gustaría. Además, una lectura rápida hace que nuestra mente
esté mucho más preparada para prestar la atención que necesitamos, por lo que
aprovechamos mejor el tiempo de estudio.
Por tanto, ¿qué sería lo mejor?
Una buena propuesta sería adaptar el ritmo de lectura a nuestra velocidad de
pensamiento, que siempre es mayor. Tendremos que tratar de evitar pronunciar el
texto que leemos, ya que reduce la velocidad de lectura hasta prácticamente la
mitad de tiempo.
Asimismo, evitaremos releer, pues
ya se seguirán haciendo sucesivas lecturas del apartado que toque estudiar en próximas
sesiones. Esto también es un factor importantísimo para habituarnos a
concentrarnos mucho más con la lectura y comprensión de estudio. Es mucho mejor
dar una segunda lectura COMPLETA, en lugar de regresar hacia atrás cada X
palabras para asegurarnos continuamente de que estamos entendiendo lo que
leemos.
Aunque parezca obvio y evidente,
a pesar de que no nos percatemos, según vamos avanzando vamos apoyando nuestros
ojos en cada una de las palabras y, más aún, en cada una de las letras. Esto es
señal de que, para ahorrar tiempo, debemos ampliar el campo de visión. Pasar de
las letras a la palabra y de una palabra a varias. Parece complejo, pero es
cuestión de práctica, como todo.
Esto también ha de tenerse en
cuenta para saber fijar nuestra atención en aquellas palabras verdaderamente
significativas. Palabras que nos den la clave de comprensión en cuanto al tema
que estudiemos. Descartaremos, por tanto, aquellas que no puedan aportarnos
nada, como los artículos, las conjunciones o las preposiciones.
Evidentemente, habrá ocasiones en
las que no comprendamos el significado de alguna palabra. Sin embargo,
deberemos tratar de no preocuparnos en el momento, pues también perjudica a la
concentración global. Simplemente la señalaremos y, una vez realizada la
lectura al completo, consultaremos el diccionario.
Otros aspectos a tener en cuenta
en una lectura rápida son, por ejemplo, la iluminación, la postura y el
ambiente tranquilo. La luz es muy importante, sobre todo si es natural en lugar
de artificial. En caso de tener que recurrir a la segunda opción es mucho mejor
que sea lo más suave posible. Siempre suele recomendarse contar con alguna
bombilla en algún tono azulado y que esté centrada los apuntes.
Por raro que parezca, la postura
es esencial para una mejor concentración en la lectura que realicemos. Así
pues, es mejor estar sentado, cómodamente, y con los apuntes frente a nosotros,
centrados. Usaremos una mesa cuya altura sea la ideal para que podamos
apoyarnos bien en ella.
El ambiente debe estar, en medida
de lo posible, completamente en silencio. Evidentemente, hay factores que se
nos escapan de las manos, pero procuraremos controlar aquello que esté en
nuestra mano. De este modo, nos será más complicado desconcentrarnos. Es cierto
que hay quienes se concentran mejor con música, pero sólo es recomendable en
caso de que esté a un volumen bajo y que sea instrumental. No obstante, si es
posible intentaremos evitarlo.
Existen ejercicios que podemos
realizar para aumentar la velocidad de lectura y mejorar en nuestro proceso de
estudio. Sin embargo, lo esencial es forzarse de algún modo a acostumbrarse a
una mayor velocidad, por radical que suene. Cierto es que, al principio,
podemos perdernos muchas cosas, mucha información, pero, como se viene
diciendo, la práctica lo es todo.
Podemos leer un texto y
seleccionar alguna que otra palabra. Después, con esa lista delante, trataremos
de localizarlas lo más rápido posible.
Otro ejercicio típico, es la
lectura apoyándonos en una línea vertical trazada sobre el texto. Para ello, es
recomendable entrenarse, por ejemplo, con columnas periodísticas. Se irá
deslizando la mirada por la línea, tratando de leer el texto sin separar los
ojos de ella. Poco a poco iremos aumentando el campo de visión.
No obstante, hay que tener cuidado e ir percatándose de que
la información que quizá nos quede en el tintero con una técnica de lectura más
rápida sean sólo detalles prescindibles y sin mayor importancia, nunca hay que
perder información esencial.