martes, 26 de abril de 2016

La importancia de saber organizar el tiempo de estudio


Como se ha venido diciendo, es muy importante saber organizarse bien a la hora de realizar un plan de estudio. Lo que verdaderamente hará que tengamos más posibilidades de conseguir nuestro objetivo va a ser eso; conseguir una óptima planificación.
Si comparamos a una persona que sabe llevar su organización al día con alguien que no lo hace, notaremos una gran diferencia. La primera sólo necesitará repasar y hacer más hincapié en aquellos aspectos que le resulten más complejos. La segunda, en cambio, necesitará estudiar todo lo que no haya consultado hasta el momento, por lo que es más probable que necesite emplear más tiempo, pero eso no quiere decir que vaya a conseguir abarcarlo todo con holgura.
En el momento en que nos paremos a organizar nuestro estudio debemos tener en cuenta diversos puntos. Tenemos que saber de antemano el material que nos va a ser necesario para cada asignatura y el tiempo que necesitaremos dedicar a su estudio. Así pues, antes de nada es esencial saber de cuánto tiempo vamos a contar y cómo preferimos dividirlo. De esta manera, en función de esa organización previa, sabremos la dedicación diaria y el ritmo que tendremos que prestar.
El material se nos irá facilitando a medida que el curso va avanzando, es por ello que tenemos que tratar de llevar todo al día. De esa forma tendremos tiempo de reacción, en caso de que nos surjan dificultades. Así, conforme va avanzando el contenido, notaremos que nos va siendo mucho más sencillo organizar nuestro tiempo, cosa que se agradecerá en época de exámenes. Asimismo, el ritmo puede ir ajustándose según la necesidad de una materia u otra y de unos contenidos u otros.
Si conseguimos establecer unas 3 horas de estudio al día (salvo si las materias nos exigen algo más), seremos capaces de ir avanzando sobre seguro. No nos someteremos al famoso agobio de época de exámenes, al menos no se tratará de una agobio provocado por saber que no nos hemos preparado nada hasta el último momento.
Lo importante también está en saber aprender en profundidad los contenidos de las materias, así como también hay que saber recordar y refrescar dichos conocimientos mediante diversos repasos. No podemos pretender pasar de una lección a otra sin haber repasado debidamente la que acabamos de terminar, pues en ese caso nos resultaría más fácil olvidar lo que, en teoría, ya deberíamos saber.
A la hora de organizar el repaso, podríamos estructurarlos en varias partes según la lección se vaya desarrollando en clase. Así será mucho más sencillo. Cuando el tema esté, más o menos, a la mitad o un tercio, podremos realizar un primer repaso, por ejemplo, y refrescar cada una de las lecciones (que habrán debido verse diariamente). Cuando nos encontremos a unos 15 días del examen, trataremos de realizar otro repaso de lo que se lleve visto hasta el momento y, de nuevo, cuando queden ya pocos días 2 o 3, haremos el repaso final. Si lo hemos preparado correctamente, para entonces lo tendremos todo controlado y no deberá suponer un gran esfuerzo recordar el contenido. Para ello, hay que tomar nota desde el comienzo de curso, o al menos cuando se tenga conocimiento, de las fechas de los exámenes, ya que cuanto antes comencemos a organizar, no sólo el repaso diario de cada asignatura, sino también los repasos globales, antes veremos los resultados y nos será más fácil conseguir motivación.

jueves, 21 de abril de 2016

Tener una actitud positiva lo es todo


En el contexto del estudio es muy importante tener una actitud optimista y estar convencido de uno mismo.

Es cierto que no todas las materias pueden resultar fáciles o llevaderas, pero no debemos dejarnos llevar por la negatividad. Hay que pensar que se puede conseguir. Y es que siempre se ha dicho que desaprovechamos mucho de nuestro potencial intelectual, por lo que tenemos que confiar en nosotros mismos. Eso sí, NO tenemos que demostrarle NADA a NADIE, sólo tenemos que hacernos ver que SE PUEDE, porque se puede…

Así pues, tenemos de que autoconvencernos de que somos capaces de superar cualquier examen, cualquier materia, por muy complicada que ésta nos parezca. Y es que si únicamente conseguimos pensar que no vamos a conseguir aprobar… la potencial dificultad que ya de por sí existe aumentará aún más.
Sin embargo, si hacemos frente mediante ese convencimiento, las probabilidades de lograr aprobar serán mayores. Las posibles dificultades que muestre la asignatura no resultarán imposibles.
Aquí es donde entra en juego, por supuesto, una adecuada planificación y un correcto reparto del tiempo de estudio. Dando prioridad a todo aquello que nos sea más complicado de entender.


Asimismo, tenemos que poner todas nuestras ganas a aquello que estamos intentando conseguir. Nada de medias tintas.

No podemos obviar el hecho de que el estudio no todo el mundo lo afronta de igual manera. Así como también es evidente que estudiar no es tan fácil como sí que lo es enfocar la atención en otras cosas que nos pueden resultar más atractivas y que, lógicamente, nos apetecerán más que estudiar… Pero no podemos relajarnos ni despistarnos, necesitamos aprobar sí o sí, así que será mejor aceptarlo cuanto antes para afrontarlo con una mejor actitud.

Aquellos aspectos que más dificultad nos planteen podrán ser enfocados como retos personales. De ahí que necesitemos toda nuestra confianza en nosotros mismos, pues si nos desanimamos con facilidad, todo se nos hará mucho más difícil, si cabe. Será mejor llevarlo positivamente para que se nos haga algo más llevadero, en medida de lo posible. Además, la motivación personal hará que rindamos más fácilmente.


A esto, tenemos que añadir la seriedad con la que tiene que afrontarse el proceso de estudio. No olvidemos que de ello depende la diferencia entre el aprobado y el suspenso. Un correcto rigor en el proceso y en la elección de nuestras técnicas será lo más aconsejable.

CONSTANCIA Y TRABAJO, en eso debemos apoyarnos. El recorrido puede no gustarnos demasiado, pero si hay algo completamente seguro, es la satisfacción que sentiremos al final de todo ello si lo conseguido es lo buscado (y si trabamos correctamente, así será).

En definitiva, el esfuerzo habrá merecido la pena. Reforzaremos nuestra fuerza de voluntad y nos demostraremos que el sacrificio nos conduce a conseguir nuestros objetivos. Y esto nos puede servir en muchos más ámbitos más allá del estudio.

Si se está a tiempo, es mejor que estás habilidades y estas cualidades sean entrenadas desde pequeño. A la larga sería todo mucho más fácil.


Si queremos ir mucho más allá, no podemos conformarnos con estudiar únicamente para aprobar… De hecho, si hacemos eso, lo más probable es que no consigamos nuestro objetivo. Será mejor intentar llevarlo todo lo mejor preparado que se pueda, pues así será mucho más fácil conseguir no solamente aprobar, sino quizá pueda conseguirse una mejor nota de la que posiblemente se espere.

Eso sí, aunque nos exijamos todo lo mejor a nosotros mismos, no tenemos que abandonar el camino de la realidad. No podemos esperar pasar de aprobados justos a sobresalientes altos. Todo a su tiempo. Simplemente hay que empezar pensando, como indicábamos, que se puede conseguir, pero también ha de hacerse para conseguir un mínimo margen de seguridad. Todo es cuestión de saber organizarse lo mejor posible y, de nuevo, de ser un estudiante constante.

Esto no quiere decir que tengamos que prescindir de ocio, de hecho, está bien que tengamos nuestros momentos para despejarnos. Pero en su justa y debida medida, pues no tenemos que sucumbir a la pérdida de tiempo. Es decir, esos ratos y momentos en los que estamos mano sobre mano, sin hacer absolutamente nada, pues se puede ir de las manos con facilidad. Esto tampoco quiere decir que tengamos que tener un número elevado de horas de estudio, simplemente se trata de saber aprovechar las que utilicemos.

En todo este proceso, tenemos que tener cuidado y no confiarnos pensando que, por muy bien que lo llevemos, estamos salvados. Los buenos resultados nos pueden hacer bajar la guardia, pero hay que seguir esforzándose de igual modo. Eso sí, tienen que servirnos para motivarnos y continuar hacia nuestro próximo objetivo.


En cuanto a las posibles técnicas que se puedan llevar a cabo a la hora de estudiar, hay que tener en cuenta que no a todo el mundo les sirven las mismas. Incluso a una misma persona le puede ayudar un determinado método para una asignatura, pero no para otra. Asimismo, puede ocurrir que estemos empleando o estemos acostumbrados a emplear no sea el más óptimo, pues quizá no obtengamos resultados. Esto deberá ser tenido en cuenta a la hora de cambiar esas técnicas y buscar otras que nos ayuden más.

Esto también es aplicable a otros aspectos del momento de estudio, todo lo que implique el horario, el lugar, etc.


De igual modo, pueden darse casos en los que no consigamos nuestros propósitos y, sin tirar la toalla para el siguiente objetivo, tendremos que aceptar los errores que cometamos. No hay que olvidar, precisamente, que de los errores se aprende. Tenemos que responsabilizarnos de esos fallos sin caer en la trampa de culpabilizar a otros. Es necesario que sepamos aceptar los suspensos que nos lleguen, pues sabemos de antemano que no está todo perdido.

sábado, 16 de abril de 2016

¿Tienes problemas con el estudio?


A menudo, la vida del estudiante puede resultar más complicada de lo que pudiera parecer. Pero en la gran mayoría de los casos existen, además de una posible desmotivación, otros diversos motivos que dificultan aún más el estudio.
¿Cuáles pueden ser esos motivos?
  • No tener establecida una técnica de estudio.
Suele ocurrir que, incluso después de haber pasado un buen rato estudiando, el estudiante sienta que todo ese tiempo invertido no le ha servido de mucho, o de nada. El principal error de este aspecto puede residir en que, en numerosos casos, pretenden memorizar todo el contenido, pero no llegan a comprender lo que están leyendo. No lo entienden; no lo asimilan. Esto demuestra una falta de conocimiento en lo respectivo a aprender el contenido de las materias.
Hay casos en los que el estudiante, sencillamente, no sabe organizarse como es debido. Es decir, no se apoya en un horario o en un tiempo determinado para el estudio en sí. Así como tampoco tienen un sitio determinado y fijo en el cual estudiar, cuidando que dicho lugar sea apropiado, pues es importante que facilite la concentración. Así como también es conveniente procurar tener en él el material necesario que vaya a hacer falta a lo largo del proceso.
A menudo, también suele ocurrir que el propio estudiante no es consciente del tiempo que puede llegar a perder durante las horas de estudio. Está bien que cada cierto tiempo se levante e intente despejarse, pero no vale cualquier excusa. Nada de levantarse a beber agua (tendrá una botella preparada en la mesa en la que se encuentre) o buscar información en el ordenador (se apuntarán las posibles dudas y se consultarán una vez pasado el tiempo establecido para estudiar una determinada materia), etc.
En definitiva, es más el tiempo que se invierte en estudiar (o al menos en intentarlo) que la propia calidad de dicho estudio.

  • No saber sacar ambición de nosotros mismos.
¿Quién no ha pensado en algún momento aquello de “me conformo con un 5”? efectivamente, estaríamos ante esa famosa ley del mínimo esfuerzo.
Se suele estudiar para un aprobado justo, sin molestarse en intentar hacer las cosas lo mejor posible. Básicamente porque esto facilita que, lejos de aprobar, se suspenda debido a la falta de interés en conseguir sacar una buena nota (que no tiene que ser, necesariamente, un sobresaliente). El caso es que esa actitud apenas dejar margen de error.
  • No saber planificar adecuadamente el tiempo de estudio.
Hay que tomarse también un tiempo prudencial para organizar el estudio previo a un examen, o a varios exámenes. Ya que esto ayudará a que podamos estudiar todas las materias necesarias, sin tener que plantearnos aquello de dejar alguna asignatura para septiembre.
Eso sí, tampoco vale confiarse y pensar que se lleva bien X asignatura y dejarla de lado hasta el último momento. Simplemente, se empezará por aquellas que más cuesten, dedicándolas más tiempo, pero reservando también un espacio al repaso de las más fáciles.
  • No llevar al día las diferentes materias.
No vamos a engañarnos, esto es lo que más suele pasar en la vida del estudiante. Aunque no siempre ocurre así.
No obstante, sólo con seguir el ritmo de tareas y deberes que debieran hacerse para una determinada clase, será un gran paso por el que empezar, ya que no deja de ser una ayuda para el propio repaso de la asignatura en sí.